domingo, 19 de agosto de 2012

Lo típico.

La típica chica americana, de la típica ciudad americana, del típico instituto americano. La típica chica del club de lectura y el taller de teatro. La típica chica de la cual nadie conoce su nombre, la que empujan por los pasillos y tira los libros al suelo. Lo extraño de esta historia es que él no era el típico chico americano, de la típica ciudad americana. del típico instituto americano. Al menos no el típico que se acercaría a la chica típica. Ni jugaba al baloncesto ni al fútbol americano. Era el chico de los campeonatos de ciencias, de las calculadoras humanas. Pero ella, como típica americana, cae rendida ante los ocultos encantos del joven de ciencias, ante lo que esconden sus ojos y lo que, como típica americana, pretende descifrar.

Nos iremos a Boston.

¿Sabéis qué? Que ellos acaben teniendo la mayor de las historias de amor jamás contadas solo pasaría en la típica película americana, con los típicos jóvenes americanos. O quizás no. Quizás ellos tendrían la voluntad de conseguir lo que nadie hizo. Mas ya se sabe que aquí, perdidos de la mano de Dios, donde hace tanto calor en verano y tanto frío en invierno, no será igual de sencillo, que no dependerá de las casualidades causadas por un director de cine mundialmente reconocido. Se supone que solo dependerá de ellos. Se supone.

Espina.

Parece, aunque a veces sólo lo parece, que por cada cosa mala que a uno le dicen, diez de las buenas se olvidan, se escapan. Como si nunca ...