domingo, 25 de agosto de 2013

Error absoluto.

Ahora que el verano termina, que el frío comienza a calar en los huesos y la humedad atrae a los dolores de cabeza, me doy cuenta de lo que podría haber sido nuestro error. De lo mal que podríamos haberlo pasado y de lo bonito que podría haber sido. De lo difícil haciéndose fácil delante de nosotros y dejándonos guiar por la emoción de unos días de piedad. El calor podría haber llenado nuestras manos para que las caricias no estuvieran muertas y la brisa que no dejaba respirar podría habernos dejado a las puertas del mar. De lo ignorantes que podríamos haber sido hablando de futuros inciertos, de la necesidad que podríamos haber tenido de entrelazar nuestros dedos, de lo impetuoso que podría haber sido encontrarme frente a ti. Ahora, con el frío azotando mi ventana y la cama haciéndose más grande recalco en mis adentros que el error fue solo mío por creer que en algún momento el mundo podría ser nuestro.

Ese error me persigue cada noche.

Espina.

Parece, aunque a veces sólo lo parece, que por cada cosa mala que a uno le dicen, diez de las buenas se olvidan, se escapan. Como si nunca ...