domingo, 3 de febrero de 2013

Hasta que la muerte me acompañe.

¿Y si existiera el destino? ¿Y si eso a lo que tanto miedo le tengo se hiciera realidad? Porque sí existen cierto tipo de personas, extrañas personas, que sienten que hay algo que están destinadas a hacer, a cumplir, llevar a cabo. Y mi destino es la soledad. No se puede explicar el significado de esta corazonada que, posiblemente, te lleva a actuar para cumplir ese destino en el que nadie cree. Y yo cada vez lo creo un poco más; más segura de ese fin, de esa finalidad. Porque cuando miro y no veo, cuando callo para hablar, cuando pienso que no sé si quiero verte, o verte amar, me llama ese impulso al que estoy ligada desde mi consciencia. Y en la estupidez de mi memoria tengo guardado cada segundo que mereció la pena, cada palabra que no se borra, cada par de ojos que volvería a mirar. Que me acompañen ellos cuando muera, que si el destino existe, no tardará el momento en llegar. Pues todo el mundo muere en vida, y yo moriré por mi destino. ¿Y si existe de verdad? Entonces llegarían mis plegarias al cielo porque fuera eso verdad de que se puede cambiar. Tanto miedo acumulado en un estruendo de un compás que hace tic~tac, porque si mi destino es verdadero, el tuyo también lo será; por lo que no me matará la soledad, a la que estoy ligada desde mi consciencia, sino el verte amar, perder esos ojos que volvería a mirar, y quedarme con las ganas de descifrar el enigma que vive entre tus manos. No, entonces prefiero la muerte, la muerte en vida de la que nadie se salva y algunos ignoran. Pero déjame que no sea mi destino, que sea mi suerte, porque, como si nada importara, la muerte sería mi suerte, con una letra cambiada.


Espina.

Parece, aunque a veces sólo lo parece, que por cada cosa mala que a uno le dicen, diez de las buenas se olvidan, se escapan. Como si nunca ...