miércoles, 29 de junio de 2011

Palomitas con mantequilla.

No es muy tarde, el sol aún alumbra la ciudad de una forma tenue, con una luz de semejanza anaranjada. Aún así ella ya estaba en casa, con esa ropa tres o cuatro tallas más grande de lo que necesitaba, pero le daban comodidad y la reconfortaban. En el microondas, la bolsa con las palomitas se escucha. PLOP. PLOP. PLOP.

Es un estallido sucesivo. Mira la ventana del electrodoméstico como si se tratara de la televisión, casi como si fuera entretenido. Hace bastante calor, aunque si que es cierto que la tarde refrescó, será por eso que lleva el pelo recogido de una forma poco cuidada, con un pelo para cada lado, pero que le hacen una cara graciosa, incluso algo infantil. A veces se para a pensar si la soledad no le hace estragos. Sonríe con esas ideas, es demasiado joven como para preocuparse por eso. Llaman a la puerta suavemente, y ella, grácilmente, se dirige hasta el portón principal. Abre sin preguntar, sin mirar por la mirilla. No hay nadie y solo la brisa del verano se abre paso, entrando sin permiso. Mira a los lados, por si alguien se escondió, pero no, ciertamente la calle está desierta a estas horas. Que raro. Pero no le dio importancia, pues el microondas la llamaba para que recogiera sus palomitas con mantequilla, listas para tomar. Cierra una vez más la puerta y saca la bolsa del aparato, la abre y echa su contenido en un enorme bol amarillo. Hora de irse al salón, a poner esa peli que tantas ganas tiene de ver. Oh, pero que no se le olvide la bebida, porque sabe que luego le dará sed. Ya lo tiene todo preparado. Pulsa el botón del PLAY y comienza la música del principio.

La esperanza no es lo último que se pierde.

En realidad, no le gustan demasiado las palomitas. Se cansa muy rápido de ellas, solo se come unas pocas y deja el cuenco casi entero, sin apenas diferencia de como estaba antes de comenzar. Pero la película la entretiene, no está nada mal. Quién sabe si se convertirá en uno de sus largometrajes preferido, le suele pasar. Se enamora de lo que ve y se siente bien con ella. Se ríe con una de las escenas, aunque es triste. Toda parte triste tiene su toque de humor, es lo último que se pierde. ¿Quién dijo que era la esperanza? El humor. Que no es lo mismo que las ganas de reírse. El humor siempre está con nosotros. Habrá algo, en algún lugar, que te haga sonreír mínimamente, aunque creas que toda esperanza voló hacia un lugar mejor, tu estarás allí, riéndote. Mientras tanto, la chica ha dejado de comer palomitas, se ha cansado de nuevo, perdió el interés por estas. Otra vez.

miércoles, 22 de junio de 2011

Y es por eso que su alma llora.


Ella escucha. Asiente con la cabeza. Le alivia saber que no la ve. Porque llora. Sigue hablando, diciendo todo lo que siente, todo lo que piensa, todo lo que se le pasa por la cabeza que lo tortura poco a poco. Ella escucha. Habla solo cuando se lo pide. Controla su voz al hablar. Disimula bastante bien. Solo tiene palabras de agradecimiento para ella. La quiere. Ella también lo quiere. Para su desgracia. Porque este no era el plan. No era esto lo que debía suceder, no así. No ahora. Todo esto, ¿para qué? Mentiría si dijera que se siente mejor. Ella también se tortura. Le duele hablar. Dice cosas que le dañan, que la destruyen. Pero, que por un mal juego del destino, son ciertas. Esa es la realidad. No lo que ella ve en sueños. Es demasiado bonito allí. Esta es la cruda realidad. Y así están las cosas. Le guste o no. Respira hondo. No sirve de nada. Bueno, al menos se mantiene con vida un minuto más. Lo suficiente como para volver a escucharlo. Le basta el sonido de su voz. Aunque lo que diga le resulte como veneno para su sangre. Ha visto algo en él que puede que la mate. Él nunca lo sabrá. No puede descifrar sus pensamientos...




domingo, 19 de junio de 2011

Admítelo. Nunca.

-¿Por qué crees que no lo admite?
+Yo creo que si que lo admite. Se lo admite a ella misma. Pero a nadie más, no quiere que nadie lo sepa.
-¿Y por qué no? Lo que siente es muy bonito.
+Las cosas a veces son muy complejas.
-Pues no lo entiendo. Yo lo gritaría a los cuatro vientos, que todos lo sepan.
+Pero, bendita inocencia. Eso cambiaría las cosas de nuevo. Un giro de ciento ochenta grados una vez más.
-¿Y no es eso lo que quiere?
+Si, si es eso lo que quiere, pero...
-¿Pero qué?
+¡Pero!...Pero si lo dijera, no sería ese tipo de giro el que daría. Lo daría en sentido negativo.
-¿Cómo lo sabes?
+No lo sé, lo intuyo.
-Pues yo intuyo lo contrario. ¿Ahora qué?
+Que no has tenido en cuenta todos los factores.
-¿Pero que factores?
+La vida misma.
-Es cierto. Lo olvidé. Pero no por ello cambiaré de opinión.
+Iluso.
-Negativo.


Aún te queda el cielo. Lo que hay fuera.


La lucha interna de tus intenciones, de tus sentimientos, de tu propio cerebro, de tus creencias, tu ilusiones. Todas esas luchas serían más o menos así se pudieras escucharlas con total nitidez. Al final, como tu mismo, nunca llegan a un acuerdo. Nunca te dan una solución. Nada coherente. Solo te queda esperar a ver quién mata a quién primero.

viernes, 17 de junio de 2011

Por un momento, dejé de ser yo.

Hoy, he visto 3530 fotografías. Ella es tan hermosa. Su pelo, su sonrisa, sus ojos, su cuerpo hacen de ella alguien perfecto. Estaba tan sumida en mis pensamientos, en ella, que por unos instantes olvidé quién era yo. Olvidé quién era yo para pasar a ser ella. Sonreía, ahora eran mis fotos, era yo la chica perfecta, la que sonreía y tenía esos ojos capaces de alumbrar una avenida entera. Eran tan guapa.

No sé por qué estúpida razón me levanté, aún con ese aire de superioridad que me daba ser ella, de ser deslumbrante. Y no sé que otra estúpida broma del destino puso al espejo al fondo del pasillo. No, otra vez no. Allí estaba de nuevo. Esos ojos oscuros, ese pelo sin brillo, esa sonrisa vacía, ese cuerpo...deforme. De nuevo yo. ¿Recuerdas el sonido de un vaso estrellándose contra el suelo? ¿Si? Ese mismo es el que hizo mi ilusión, mi autoestima, mi propio ego, mi amor propio. Por esa simple razón que había sido siempre tan obvia: yo no era ella.


"Estás gorda. Así nunca nadie se querrá ni acercar a ti. Mírate. Mírate la cara, ¿dónde estabas el día que repartieron la belleza? Porque te has quedado sin ninguna. Hay mujeres que pintándose lo disimulan fantásticamente. Pero es que tú...ni eso. No se puede esconder a un monstruo bajo la apariencia de una princesa. Aprende de los refranes de la abuela: aunque mona se vista de seda, mona se queda. Y tu fuiste, eres y serás fea, gorda y horrible."


Resulta que el angelito bueno no había venido hoy, se le había olvidado o se había pasado al lado malo. No, el malo no. El de verdad. Me quité la camiseta, y volví a mirarme al espejo. Horrible, degradante, espeluznante. Cómo puedo ir así por la vida y que no me de vergüenza. Las personas como yo deberían estar encerradas, sin volver a ver la luz del sol. Es demasiado bella para ellas. Pero que digo. No hay nadie tan horrendo como yo. Soy única en mi especie, un alivio.

...Hoy, por un momento he pensando que era ella, que era hermosa, guapa, esplendorosa. Hasta que hablé contigo, e hiciste que me olvidara del resto de la historia, que me alegrara de ser yo por estar riéndome contigo, solo porque me llamaras bonita. Y solo con eso me convertí, quizás no en la mujer más guapa, pero si en la más afortunada.


Like a flower in Spring.


P.S: Dedicado a todas las personas que se infravaloran, que tienen trastornos alimenticios, o simplemente, no se sienten necesarios en el mundo. Todos tenemos algo inigualable que enseñarle a la vida. You're fucking perfect to me. 

miércoles, 15 de junio de 2011

Punto y aparte.

Todo lo que escribo sobre el amor siempre acaban llenándose de pequeñas manchas moteadas de agua salada. Siempre acaba con esa respiración entrecortada, llena de hipidos y pequeños quejidos, mientras la tinta sigue manchando el papel con trazos ilegibles, que después nadie leerá. Será porque cuando un día pregunté '¿Me quieres?', respondieron 'Muerta'. A veces, esas letras, que parecen bailar por el papel, se notan hundidas. La rabia de los momentos en los que escribía las pintaron así. Todos mis escritos acababan con dolor, con un grito ahogado por el que dirán. Por un llanto silencioso por lo que ya han dicho. Nunca pensé que las palabras pudieran atravesarte como puñales, uno a uno. Pero, lo que realmente nunca pensé es que yo sería capaz de soportarlo, y no quejarme ante el dolor. 

Todo lo que escribo sobre el amor siempre sale mal. Alguno de ellos sale mal parado, la esperanza se les escapó de entre los dedos y encuentran en la muerte de su corazón la solución definitiva. Lo curiosos es que uno siempre acaba ganando la partida y otro se retira porque ya no sabe jugar a lo que los restos le dejaron. Nadie me explicó que el amor era así. Pero yo no me voy a retirar. Porque lo que si me han dicho es que hay muchas formas de jugar. No se pararon a escuchar la mía, pero todavía puedo tener la esperanza de alguien dispuesto a empezar una nueva partida.

Todo lo que escribo sobre el amor siempre acaban llenándose de pequeñas manchas moteadas de agua salada. O era así hasta que te conocí y decidí empezar a poner de nuevo las cartas sobre la mesa. Será porque me has enseñado una nueva forma de jugar. De ponerle punto y aparte a una historia que no tendrá final.

Primero te ignorarán. Luego se reirán de ti. Después te atacarán.
Entonces ganas ~

martes, 14 de junio de 2011

Abre los ojos.

No esperaban verse allí.
Dreams can be true.
Para ser exactos, no se esperaban. 
No esperaban nada, para concretar más aún. 
La brisa era suave. 
Anunciaba el comienzo del verano.
Y el silencio invadía el terreno.
No tenían nada que decirse. 
Sus miradas lo decían todo. 
Ninguno de los dos eran felices. 
Pero se miraban a los ojos sin que el paisaje los distrajera.
No les dolía estar allí.
Aunque ambos sufrían, no eran el uno por el otro.
De hecho solían consolarse mutuamente.
Lástima que ahora ella no pueda mirarlo igual.
El viento le movía el pelo, lo suficiente para despeinarla.
Él se lo coloca de nuevo en su sitio.
Sonríe tímida mientras lo mira de reojo.
A él le hace gracia.
Le pregunta por qué es tan bonita.
Ella se ruboriza mientras coge su mano.
Lo quiere bastante.
El amor es una bendición para aquellos que tienen el lujo de recibirlo.
Por esa misma razón, él era afortunado.
Le dice que es maravillosa.
Le besa en la frente mientras ella sonríe.
Aún no ha soltado su mano.
Vuelven a mirarse a los ojos.
Está decidida.
Lo va a besar.
...
Despierta.
Ella no es afortunada.
Aún no.
Pero sueña, y piensa: ¿Por qué no?

lunes, 13 de junio de 2011

Y tú.

Noche. Lluvia. Diciembre.

Una escena grotesca en medio de la calle, serían las 11:34. Llevaba  gafas de sol en plena noche y el pelo mojado sobre su cara le daba un aspecto fantasmal. La ropa empapada, quizás un par de tallas más grande. No se movía. Pero permanecía de pie en aquella estúpida esquina de la calle. La única señal de que no estaba muerto. Mantenía la cara agachada y, de vez en cuando, su pecho se hinchaba, dando pequeños hipidos. La única señal de que lloraba.

La mejor encubridora.
No temía por su vida. En cierto modo no lo hacía, mas, cómo podía afirmarlo si él ya no tenía vida. ¿Acaso no lo veían allí? Él ya no era él. Era algo. La lluvia borraba de su rostro toda señal de agua salada que podrían haber habido surcando sus mejillas como si de barcos en la mar se trataran. Quizás, por eso amaba tanto a la lluvia. Era la mejor encubridora que existía.

Pasos. Son rápidos. Una pareja. Se ríen. Se besan bajo un paraguas enorme. No lo miran. No los culpen. La felicidad nos ciega a todos. Mira al suelo, suspira al comprobar que apenas se ve. Se funde con el agua salada, con la de lluvia, con el color oscuro del suelo. Es consciente. No le queda mucho. Mucho…tiempo. Pero sonríe. Es curioso. Siempre estaba quejándose de lo que necesitaba a ese al que llaman tiempo. Y nunca se había dado cuenta que era eso lo que más le sobraba. A todos les sobra. Nadie quiere repartirlo. Nadie quiere compartirlo. Todos mienten.

Él también. 

domingo, 12 de junio de 2011

Sin mi no eres nada.

De nuevo aquella sala amueblada de manera estrafalaria, con muebles antiguos y ese diván que tanto miedo me daba. El doctor ya me esperaba sentado tras la mesa, escribiendo cosas con esa horrible letra que le salía. Normal, era mi médico.
Me senté en la alargada silla sin que nadie me lo pidiera. Ambos sabíamos por qué estaba yo allí.
-Hacía tiempo que no te veía por aquí. ¿Te tomaste unas vacaciones?- Preguntó él, sin dejar de apuntar cosas en los papeles.
-Si. Se podría decir que me tomé unas vacaciones momentáneas. Pero me he visto obligada a volver.- Le contesté, mirando al techo. Escuchaba el movimiento de la pluma. SRAG SRAG SRAG. Era continuo y no había pausa.
-Eso está bien. Pero, ¿qué te hizo volver?- Siempre era la misma rutina: él hacía las preguntas, yo las contestaba.
-Recordé que estaba sola.- Respondí. Seguía ese ruido tan peculiar, era como una interferencia
-Te hace mal venir aquí. Solo te ayudo a recordar cosas que intentas guardar en un cajón cerrado de esta sala. Me dijiste que los escribiera para ti y los encerrara hasta que pudieras volver aquí sin verlos.- Me dijo, tajante. Sabía que me estaba mirando. Era esa sensación de que te observan tan especial.
-Eso no es del todo cierto. Te dije que los encerraras aquí hasta que pudiera volver sin verlos y me dolieran. Porque sé que un día los miraré y no me moriré un poco más y que mis lágrimas no decidirán hacer puenting ese día.- Me sudaban las manos. Nunca supe que tipo de emoción era esa: miedo, angustia, temor, impaciencia. No sé.
-Me llega demasiada información. Estarás al tanto de eso, ¿verdad? Tenía suficiente con lo que tenía antes. Me llevo todo el día decidiendo que escribir y guardar, que escribir y tirar y que, sencillamente, no escribir.- Se quejó. Había vuelto ese sonido peculiar.
-Ese es tu trabajo, para eso te mantengo con vida.Yo soy la jefa, ¿no?- No había sido la mejor manera de contestarle. Pero estaba algo cansada de andarme con verdades a medias.
-Estás cansada de andarte con verdades a mediad, ¿eh?- Joder, odiaba que lo supiera todo de mi. Pero, seguía aquí, y eso me emocionaba.
-Si. Muy cansada. Cansadísima. ¿A quién le importa? Ellos preguntan: ¿Cómo estás? Y yo siempre digo: Estoy, que ya es algo. Y a nadie le importa. Todos responden con una estúpida risita y te cuentan su vida. Ninguno se paró a escuchar. No como tú. Aunque a veces te colapses.- Todo esto él ya lo sabía, incluso se me pasaba por la mente la estupidez que era contárselo. Pero, creo que me sentía mejor así.
-Lo sé. Míralo de esta forma: Soledad nunca te abandonará.- Qué original, ¿verdad? Me abruma con sus ideas inteligentes y ese humor tan sutil.
-Es raro, pero ya estoy mejor.- Me incorporé en aquel enorme sillón.
-Estás hablando con él.- Respondió tajante. No dejaba de escribir ni un momento. Está vez si lo miré.
-A ti no te importa.- Borde. Así estaba. Él no dejo de escribir.
-Me importa. Cuando él habla mis trazos son más suaves, se leen mejor, los guardo con cariño. Porque vienes a buscarlos muchas veces, cuando más te duele.- Tenía razón. Otra vez. La mayoría de las veces tenía razón, por no decir siempre y darme un margen de confianza.
-Está bien. Él me hace sonreír, a la vez que ahoga mis problemas. ¿Es eso malo?- Ya me había puesto en pie. Era hora de irse de nuevo.
-Me parece perfecto. Amar no es malo.- Esta vez levantó la vista de los papeles, con esa sonrisita pícara.
-Yo no le amo.- Abrí la puerta y antes de cerrarla lo escuché de nuevo.
-Eso díselo al verdadero jefe...- Oh, a veces lo odiaba. Y pensar que sin mí no era nada. No más que una maldita masa visceral de color grisáceo. Y al parecer se había compinchado con el que vivía unos pisos más abajo. Ese de color rojo. ¿Pero él que iba a hacer?
No era más que la voz de mi conciencia.

sábado, 11 de junio de 2011

El arte del amor.

Puedes perder el control. Lo pierdes todo. Los límites. La noción del tiempo. 
Los cuerpos llegan a mezclarse de tal modo que no sabes quién es quién o qué es qué.
Y cuando la dulce confusión es más intensa y crees que vas a morir de algún modo mueres quedándote solo y tu cuerpo separado, pero la persona que amas sigue ahí. 
Es un milagro, puedes llegar hasta el cielo y regresar con vida, y volver, siempre que quieras, con la persona amada.
El arte que muchos desprecian.

jueves, 9 de junio de 2011

La vida es sueño.

[...]Tú sólo, tú, has suspendido
la pasión a mis enojos,
la suspensión a mis ojos,
la admiración al oído.


Y los sueños, sueños son.
Con cada vez que te veo
nueva admiración me das,
y cuando te miro más,
aún más mirarte deseo.


Ojos hidrópicos creo
que mis ojos deben ser,
pues cuando es muerte beber
beben más, y desta suerte,
viendo que el ver me da muerte
estoy muriendo por ver.


Pero véate yo y muera,
que no sé, rendido ya,
si el verte muerte me da,
el no verte qué me diera.


Fuera más que muerte fiera,
ira, rabia y dolor fuerte;
fuera muerte, desta suerte
su rigor he ponderado,
pues dar vida a un desdichado

es dar a un dichoso muerte.

miércoles, 8 de junio de 2011

Bienvenida.

La puerta de la habitación se abre. Una cara sonriente aparece tras ella, esperando una respuesta. El señorito sentado tras la enorme mesa de despacho la hizo pasar.
-Bienvenida. Siéntese, por favor.- Comentó, haciendo un suave gesto con la mano para que tomara asiento.
-Muchas gracias.- Fue su única respuesta, haciendo lo que le había pedido. Dejó unos papeles encima de la mesa. El hombre tras la mesa los cogió y los hojeo.
-Es mi 'curriculum'.- Dijo la chica, estirando un poco el cuello, para ver sus papeles en manos del joven. No paró de mostrar su sonrisa. 
-¿Viene a hacer una sustitución?- Preguntó el chico, sin apartar la vista de los papeles.
-No, claro que no. Vengo a hacer un trabajo completamente nuevo.- Respondió, con decisión, si perder la sonrisa. Pero aquel hombre no había entendido nada, y ahora lo miraba extrañado. La chica prosiguió.
-Ya sé que no hay trabajo ahora mismo. Y que el que quedó vacante ya tienen una sustitución. Pero como ya le he dicho, yo no vengo a hacer eso, vengo a crear algo nuevo, totalmente diferente Algo nunca visto, algo nunca ni siquiera imaginado.- Explicó, sin que la voz le dudara. Y, claro está, sin perder su eterna sonrisa.
Al joven le cogió de sorpresa esta conversación.
-¿Tiene carta de recomendación o algún tipo de referente que nos ayude a saber de su trabajo en otro sitio?- Preguntó, dejando los brazos caídos sobre la mesa.
-Me tengo a mi. He salido de cualquier otra empresa en la que me hubiera embarcado y me gusta pensar que en todas dejé algo en lo que pensar.- La chica hizo un gesto despreocupado con el pelo, y volvió a dejar suelta por la sala la luz de su sonrisa. El joven asintió suavemente, pensativo.
-¿Desea algún puesto en especial?- Recordaba perfectamente que la mujer había comentado que el puesto que había quedado vacante ya tenía a alguien para la sustitución y pensaba que ella le hablaría de ese puesto en concreto.
-Pues...no lo sé. Estoy aquí porque me siento bien en esta empresa, me valoran, me alientan a continuar con mi trabajo, me incitan a crecer como persona. Porque si realmente haces una cosa que te gusta, nunca tendrás que trabajar. O eso dicen, ¿no?- Concluyó, entornando levemente los ojos, con una expresión aniñada en el rostro.
-A ver si lo entendí bien. ¿Se quedaría aunque le diera el trabajo más bajo, el de menor remuneración, solo por estar aquí?- El joven estaba algo alarmado con las respuestas de la mujer sentada frente a él. Era la primera vez que se encontraba con algo como esto. Quizás iba a ser verdad que venía a hacer algo nuevo...
-Lo haré. Seré todo lo que esta empresa quiera que sea. Sin quejas ni reclamaciones. Solo por estar aquí.- La joven esperaba una respuesta, aunque después de todo, no tenía muchas esperanzas.
-Muy bien, la llamaremos.- Fue el punto final que puso el hombre tras la mesa de despacho, incitando a que la chica se levantara de su asiento.
-No seré más que una mota de polvo en medio del universo.- Susurró la chica, bajando la mirada, pero sin dejar de sonreír. Más tristemente.
-Para esta empresa es mucho más que eso.- Allí se encontraba, lo que la chica había querido ver durante toda la entrevista: la sonrisa del joven tras la mesa de despacho.
-Si le soy sincera, me moría por escuchar eso de esta empresa.- Y desapareció por la puerta de cristal, la que antes le había dado la bienvenida a una nueva empresa, a una nueva aventura, a una nueva embarcación en un submarino sin billete de vuelta.

jueves, 2 de junio de 2011

No, it isn't.

-Te perdono.- Le dijo, sin mirarle a la cara.
-No he pedido tu perdón.- Contestó él, no de manera muy cordial.
-Lo sé. Pero quiero que lo sepas. Quiero que sepas que ya te he perdonado, que no guardo rencor.- Dijo, sin que la voz le temblara.
-Me da igual.- Sin emoción alguna, él volvió a hablar.
-Quizás ahora. Pero cuando pase el tiempo, y pienses en el daño causado, quiero que sepas que te he perdonado, que no debes sufrir por nada que tenga que ver conmigo. Estás libre, perdonado por todo pecado.-
Él cogió el camino y se fue. Ella sabía que algún día el pensaría en esto, no en ella, pero si en esto. Y él tenía que saber que era libre.



miércoles, 1 de junio de 2011

Hoy, he decidido.

Hoy, he decidido muchas cosas. He decidido ponerme falda y dejar mis piernas visibles. Si, hacía años que no las mostraba de tal manera. He decidido prometer que me metería en el agua del mar con un vestido caro. He decidido decir que me tomaré un par de copas de más. He decidido leer un nuevo libro. He decidido ponerme gafas de sol. He decidido reírme de mi misma. He decidido decirle a mi mejor amigo que lo quiero. He decidido abrazar a otro. He decidido volver a escribir. He decidido sonreír un rato. He decidido no llorar. He decidido que el tiempo se hará corto. He decidido ayudar. He decidido volver a ser yo. He decidido traerme un gato. He decidido su nombre. He decidido decir que hoy soy feliz. He decidido hablar con gente con la que nunca hablé. He decidido que le querré si llega el momento. He decidido irme a Benidorm. He decidido ser menos arisca. He decidido no aguantarme las ganas de sentir. He decidido escuchar la conversación de aquellos chicos que hablaban de amoríos. He decidido sonreirle a la chica rubia de la calle. He decidido trabajar con cinco hombres. He decidido que no le volveré a hablar. He decidido enfrentarme a mis miedos. He decidido que me haré más fuerte. He decidido que saldré de aquí. He decidido pensar que me espera algo bueno, algo mejor. He decidido que me iré de fiesta si veo la oportunidad. He decidido seguir escribiendo. He decidido darle forma a mi dolor. He decidido moldearlo hasta aprender. He decidido moldear mi felicidad.

Espina.

Parece, aunque a veces sólo lo parece, que por cada cosa mala que a uno le dicen, diez de las buenas se olvidan, se escapan. Como si nunca ...