miércoles, 8 de junio de 2011

Bienvenida.

La puerta de la habitación se abre. Una cara sonriente aparece tras ella, esperando una respuesta. El señorito sentado tras la enorme mesa de despacho la hizo pasar.
-Bienvenida. Siéntese, por favor.- Comentó, haciendo un suave gesto con la mano para que tomara asiento.
-Muchas gracias.- Fue su única respuesta, haciendo lo que le había pedido. Dejó unos papeles encima de la mesa. El hombre tras la mesa los cogió y los hojeo.
-Es mi 'curriculum'.- Dijo la chica, estirando un poco el cuello, para ver sus papeles en manos del joven. No paró de mostrar su sonrisa. 
-¿Viene a hacer una sustitución?- Preguntó el chico, sin apartar la vista de los papeles.
-No, claro que no. Vengo a hacer un trabajo completamente nuevo.- Respondió, con decisión, si perder la sonrisa. Pero aquel hombre no había entendido nada, y ahora lo miraba extrañado. La chica prosiguió.
-Ya sé que no hay trabajo ahora mismo. Y que el que quedó vacante ya tienen una sustitución. Pero como ya le he dicho, yo no vengo a hacer eso, vengo a crear algo nuevo, totalmente diferente Algo nunca visto, algo nunca ni siquiera imaginado.- Explicó, sin que la voz le dudara. Y, claro está, sin perder su eterna sonrisa.
Al joven le cogió de sorpresa esta conversación.
-¿Tiene carta de recomendación o algún tipo de referente que nos ayude a saber de su trabajo en otro sitio?- Preguntó, dejando los brazos caídos sobre la mesa.
-Me tengo a mi. He salido de cualquier otra empresa en la que me hubiera embarcado y me gusta pensar que en todas dejé algo en lo que pensar.- La chica hizo un gesto despreocupado con el pelo, y volvió a dejar suelta por la sala la luz de su sonrisa. El joven asintió suavemente, pensativo.
-¿Desea algún puesto en especial?- Recordaba perfectamente que la mujer había comentado que el puesto que había quedado vacante ya tenía a alguien para la sustitución y pensaba que ella le hablaría de ese puesto en concreto.
-Pues...no lo sé. Estoy aquí porque me siento bien en esta empresa, me valoran, me alientan a continuar con mi trabajo, me incitan a crecer como persona. Porque si realmente haces una cosa que te gusta, nunca tendrás que trabajar. O eso dicen, ¿no?- Concluyó, entornando levemente los ojos, con una expresión aniñada en el rostro.
-A ver si lo entendí bien. ¿Se quedaría aunque le diera el trabajo más bajo, el de menor remuneración, solo por estar aquí?- El joven estaba algo alarmado con las respuestas de la mujer sentada frente a él. Era la primera vez que se encontraba con algo como esto. Quizás iba a ser verdad que venía a hacer algo nuevo...
-Lo haré. Seré todo lo que esta empresa quiera que sea. Sin quejas ni reclamaciones. Solo por estar aquí.- La joven esperaba una respuesta, aunque después de todo, no tenía muchas esperanzas.
-Muy bien, la llamaremos.- Fue el punto final que puso el hombre tras la mesa de despacho, incitando a que la chica se levantara de su asiento.
-No seré más que una mota de polvo en medio del universo.- Susurró la chica, bajando la mirada, pero sin dejar de sonreír. Más tristemente.
-Para esta empresa es mucho más que eso.- Allí se encontraba, lo que la chica había querido ver durante toda la entrevista: la sonrisa del joven tras la mesa de despacho.
-Si le soy sincera, me moría por escuchar eso de esta empresa.- Y desapareció por la puerta de cristal, la que antes le había dado la bienvenida a una nueva empresa, a una nueva aventura, a una nueva embarcación en un submarino sin billete de vuelta.

Espina.

Parece, aunque a veces sólo lo parece, que por cada cosa mala que a uno le dicen, diez de las buenas se olvidan, se escapan. Como si nunca ...