sábado, 29 de diciembre de 2012

Tres segundos inmortales.

Un paso hacia el delirio de quererlo todo. Pues así le va a la rubia de ojos negros. Porque ha sido todo menos lo que deseaba ser. A veces amiga, otras amante, luego colega, y más tarde sólo una conocida. A veces rozando el cielo, en cambio otras  luchando por salir. ¿Nadie le ha enseñado a él que es un crimen matar con las miradas? Ella le baila al compás que dicta, siempre siguiendo las reglas de otros, siempre pendiente de querencias que no son las suyas. Cansada de llorarle a los días y de poner buena cara todas las semanas, le quedan ya pocas opciones. Siempre elige mal, cree que es lo mejor. Ser a veces empieza a ser algo cansado, porque llega un momento en el que no sabe que es, que será. Y es probable que esos ojos negros sepan lo que quieren ser, pero es el miedo al monstruo lo que siempre permanece.

Si no miras, no está.

Es probable que la huida no sea la respuesta, pero suena demasiado bien. Luego de todo eso, solamente le regalan tres segundos que se le antojan inmortales y aquellos ojos negros se tornan inmorales, desaparece la conciencia y ella vuelve a bailar al compás que dictan otros, cargando con la culpa de ser menos ella, y más lo que él pide, cambiando el rol todos los días, luchando por encontrar el aire que a veces le falta, callando al monstruo que le grita la verdad. De todas formas, si no miras, no está.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Siempre fui de frente y nunca fui valiente.

Diciembre, con D de Despierta. Como me gustaría seguir durmiendo, pero los sueños me van a matar tarde o temprano. He comenzado a comprender que no pasaría contigo el resto de mis días, pero si el resto de mis noches. Y es eso lo que no me deja a solas con la tranquilidad, necesito un equilibrio perpetuo entre soledad y conversación. Sábanas frías para un cuerpo de sangre caliente. Aunque a dónde me llevaría pedirte que seas tú quién caliente mi vida; no me vengas a arañar las heridas del pasado, que yo sola me las lamo. Un amor idiota. Ni siquiera es amor, quién coño sabe que es, pero sigo esperando la sonrisa que no me viene dedicada, ni las palabras pronunciadas en silencio por los ojos que me miran mientras piensan cuando me voy a largar. Y yo con mi cara de idiota tengo la ilusión de que mi corazón siga latiendo por verte despertar una mañana y que mi atrofiado cerebro pueda mantener el recuerdo vivo hasta el día en el que disfracemos un adiós con un hasta luego.

Que congele Diciembre lo que quede de ti en mi mente.
Cuando todo esto me supera, cuando lo que más me apetece es salir corriendo de aquí y no volver a verme, me pregunto quién es realmente el que necesita este Diciembre y su D. Quizás ya no tengo la ilusión de la que hablo, solo son recuerdos del pasado en el que me enamoré de la idea de poder quererte, de que tú pudieras verme. Y no necesitaba que me vieras de una manera especial, solo que fueras consciente de mi presencia en aquel portal de mala muerte, al borde de perder mi suerte por un poco de cariño. Pero quién podía pensar en aquellos momentos que desear suerte podría traer de la mala. Cuando la pedimos nunca especificamos, será mi merecido, por la ilusión malgastada, por los sueños baratos de almohada, por mantener el corazón caliente a la espera de una mirada que nunca dice nada. Que Diciembre, con su D, de frío congele lo que quede. El regalo de estas Navidades ya descansa en paz, los últimos versos que te escribo, amigo.

Espina.

Parece, aunque a veces sólo lo parece, que por cada cosa mala que a uno le dicen, diez de las buenas se olvidan, se escapan. Como si nunca ...