lunes, 25 de agosto de 2014

Vuela.

Odio el viento. Odio la manera que tiene de mover las hojas de los árboles, de hacer ruido contra mi ventana, de levantar la ropa. Odio la manera en la que me enreda el pelo y en la que levanta el polvo del suelo. Odio su capacidad para llevarse los recuerdos que siempre he querido conservar y de la forma tan espectacular de dejarme las pesadillas que más me aterran. Odio el viento, que se cree dueño y señor de toda rendija abierta y de todo hueco por el que pueda entrar. A mi me retumba en el cerebro, haciéndome daño, obligándome a pensar. Recordándome que no se llevará mis miedos. Esa capacidad que tiene el viento de dejar lo que nadie quiere encontrar. Odio el viento y te odio a ti, con esa capacidad que tuviste para dejarme con todo con lo que no quería cargar.

El viento no es tan malo después de todo.

Espina.

Parece, aunque a veces sólo lo parece, que por cada cosa mala que a uno le dicen, diez de las buenas se olvidan, se escapan. Como si nunca ...