sábado, 29 de diciembre de 2012

Tres segundos inmortales.

Un paso hacia el delirio de quererlo todo. Pues así le va a la rubia de ojos negros. Porque ha sido todo menos lo que deseaba ser. A veces amiga, otras amante, luego colega, y más tarde sólo una conocida. A veces rozando el cielo, en cambio otras  luchando por salir. ¿Nadie le ha enseñado a él que es un crimen matar con las miradas? Ella le baila al compás que dicta, siempre siguiendo las reglas de otros, siempre pendiente de querencias que no son las suyas. Cansada de llorarle a los días y de poner buena cara todas las semanas, le quedan ya pocas opciones. Siempre elige mal, cree que es lo mejor. Ser a veces empieza a ser algo cansado, porque llega un momento en el que no sabe que es, que será. Y es probable que esos ojos negros sepan lo que quieren ser, pero es el miedo al monstruo lo que siempre permanece.

Si no miras, no está.

Es probable que la huida no sea la respuesta, pero suena demasiado bien. Luego de todo eso, solamente le regalan tres segundos que se le antojan inmortales y aquellos ojos negros se tornan inmorales, desaparece la conciencia y ella vuelve a bailar al compás que dictan otros, cargando con la culpa de ser menos ella, y más lo que él pide, cambiando el rol todos los días, luchando por encontrar el aire que a veces le falta, callando al monstruo que le grita la verdad. De todas formas, si no miras, no está.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Siempre fui de frente y nunca fui valiente.

Diciembre, con D de Despierta. Como me gustaría seguir durmiendo, pero los sueños me van a matar tarde o temprano. He comenzado a comprender que no pasaría contigo el resto de mis días, pero si el resto de mis noches. Y es eso lo que no me deja a solas con la tranquilidad, necesito un equilibrio perpetuo entre soledad y conversación. Sábanas frías para un cuerpo de sangre caliente. Aunque a dónde me llevaría pedirte que seas tú quién caliente mi vida; no me vengas a arañar las heridas del pasado, que yo sola me las lamo. Un amor idiota. Ni siquiera es amor, quién coño sabe que es, pero sigo esperando la sonrisa que no me viene dedicada, ni las palabras pronunciadas en silencio por los ojos que me miran mientras piensan cuando me voy a largar. Y yo con mi cara de idiota tengo la ilusión de que mi corazón siga latiendo por verte despertar una mañana y que mi atrofiado cerebro pueda mantener el recuerdo vivo hasta el día en el que disfracemos un adiós con un hasta luego.

Que congele Diciembre lo que quede de ti en mi mente.
Cuando todo esto me supera, cuando lo que más me apetece es salir corriendo de aquí y no volver a verme, me pregunto quién es realmente el que necesita este Diciembre y su D. Quizás ya no tengo la ilusión de la que hablo, solo son recuerdos del pasado en el que me enamoré de la idea de poder quererte, de que tú pudieras verme. Y no necesitaba que me vieras de una manera especial, solo que fueras consciente de mi presencia en aquel portal de mala muerte, al borde de perder mi suerte por un poco de cariño. Pero quién podía pensar en aquellos momentos que desear suerte podría traer de la mala. Cuando la pedimos nunca especificamos, será mi merecido, por la ilusión malgastada, por los sueños baratos de almohada, por mantener el corazón caliente a la espera de una mirada que nunca dice nada. Que Diciembre, con su D, de frío congele lo que quede. El regalo de estas Navidades ya descansa en paz, los últimos versos que te escribo, amigo.

domingo, 4 de noviembre de 2012

I love us.

La amo. Me encanta su sonrisa, su pelo, sus rodillas. Me encanta el lunar con forma de corazón que tiene en la piel. La forma en la que a veces se moja los labios antes de hablar. Y el sonido de su risa. Me encanta mirarla cuando está dormida. Me encanta escuchar esa canción cada vez que pienso en ella y cómo consigue que me sienta. Hace que todo sea posible, no sé... como si mereciese la pena vivir, tío.
Y parece que en cualquier momento echarías a volar. Eso es lo que me sucedió a mi. Y a ti. Fue nuestra elección, la de correr hacia el vacío, con esas inagotables ganas de volar. Podríamos haber tomado otra dirección, quizás aquel día podría no haberte sonreído. Quizás dos semanas más tarde podría no haberte preguntado si te iba bien. Pero lo hice, e hice cosas que ya me había prometido no volver a hacer. Como la tontería esa de volar. Puede -y solo puede- que si aquel día yo no hubiera hablado de mi jersey azul aún seguiríamos aquí. Podría haber elegido mil caminos que no me llevaban hasta ti, y sin levantar los pies del suelo. Porque, ¿sabes qué? los humanos no tenemos alas, y nadie da nada gratis, por lo que todas las sonrisas las pagué muy caras.
La odio. Odio sus dientes torcidos, odio su corte de pelo de los 60, odio sus rodillas huesudas, odio su mancha con forma de cucaracha en la piel. La forma en la que se chupa los labios antes de hablar. Y odio el sonido de su risa. ¡Odio esa canción!
Entonces lo odias todo. Todo lo que has vivido, todo ese desperdicio de energía que ahora tienen otros rodando por la piel. Esos pobres ilusos sonríen. Y piensas: ¿Qué mierda creen que están haciendo? Quizás podrías acercarte a ellos y decirles todo lo que ocurrirá, que no son más que dos equivocados. Y lloras, para que negarlo. Lloras al oír esa puñetera canción que siempre suena, te enfadas al tener frente a ti esa comida y odias tremendamente aquel jersey azul. Pero os diré algo. Un día escuchas esa puñetera canción en la radio y tardas más de cinco minutos antes de relacionarla; has dado más de tres mordiscos a aquella comida antes de poner cara extraña y alguien te ha dicho que ese jersey azul te queda tremendamente bien antes de ni siquiera pensar que quizás algún día te salgan alas. Porque piensas: "nunca lo volveré a hacer." Hasta que apareció ella.

Entonces la historia es completamente diferente. Pero eso ya es otra, bueno, historia.

domingo, 21 de octubre de 2012

Mi vida sin mi.

De ilusiones no se vive, cielo. Me lo acaban de decir. Yo, contigo, y tú, sin mi. Un sintigo que nos dura demasiado ya. Que he encontrado mil formas de como no hacerlo y con todas me han entrado ganas de llorar. Que si David venció a Goliat con una piedra, que venga y me lo diga, porque yo sería incapaz. De hecho, aquí estoy, con el corazón ardiendo y los pies helados buscando la manera de triunfar; pero si no hablamos de esto nunca, prefiero no sacar el tema nunca más. Y si me buscas, la segunda estrella a la derecha, todo recto hasta mi hogar. Que de ilusiones no se vive, me lo acaban de contar. Si es para contar contigo, te multiplicaré por cero, como haría Bart. Y sumo y sigo, y poco más. No se pierden los colores en el viento, ¿o eso lo dijo Mulán? Pocahontas, perdona, a ti también te quise olvidar. Como todo lo que me pasa, y lo que me deja de pasar. Pero tranquilos, que no cunda el pánico; soy la lista y no la guapa, y por eso me podría salvar.

Y la sonrisa siempre como la de Mona Lisa.

Odiaba cuando mis padres me canturreaban el yo, mi, me, conmigo y hoy está muy lejos de hacerse realidad. Mas, oh, cuanto lo desearía. Mi vida ya no es vida si la vivo sin mi. Ahora la vivo por otros, otros que no son yo. Tampoco tú. O me obligo a decírmelo con cada luz del día, mintiendo cada mañana, para seguir aquí, restando un día, sumando un mal. Fue más cómodo engañarse, cielo, y volverse a conocer es demasiado para dos desconocidos que se conocen muy bien.

lunes, 15 de octubre de 2012

Ni las intenciones.

Otra vez en el punto de partida, caminando sobre la cuerda floja, recordándome a cada segundo quién soy y todo por tu culpa. Me recuerdo que no me parezco a ella, que yo soy rubia aunque me odie y que a pesar de que me tiño el pelo, el dorado renace una vez más. Que a mi me gustan las uñas largas aunque se me partan y los labios de colores que llamen a tocarlos. Si te apartas cuando me acerco me parece más lógico tu huida y no que no te hagas de rogar; y con tanta cosa inexplicable no se puede trabajar. Tantas veces preguntándome cuanto tiempo se necesita para olvidar a otro; bastaría con unas cuantas vidas, una medida más que razonable.

"Otro puto beso en la mejilla me declara incompatible con tu vida."
Y el agua que corre, y el tiempo que sigue, y el amor que aflora. Y yo recordándome quién soy para no perderme por completo, que ya tengo suficiente con perderme con tus risas. Me conformo solo con mirarnos, tampoco tengo otro remedio si ellas me llevan y tú no me das más. Mientras tanto yo no sé ni lo que quiero, pero otro puto beso en la mejilla me declara incompatible con tu vida. Sigo a la espera de algo que no llega, o a que algo se vaya. Quizás a que se me acabe el tiempo, a que el agua se estanque o a que se pudra el amor, pues no es más que otra cursilada sensiblera. Es triste reconocer que pase lo que pase, que si la nada se acerca, o el todo se aleja, permaneceré aquí. ¿Adónde podría ir si no es contigo?

domingo, 30 de septiembre de 2012

Que las cuerdas atan.

Y de vuelta a las andadas. Parece que el tiempo no ha pasado y en cambio me siento mayor. En cambio podría contarte tantas cosas y todo se me queda encallado en la garganta como el barco en las rocas más altas. Podría contarte que he perdido el dorado en los cabellos y en brillo en la mirada, toda una cursilada. Que sigo esperando una respuesta y una carta que aún está por escribir. O quizás no. Quizás ya no la espero y lo que espero es que parezca que ha pasado el tiempo; que no se puede perder lo que nunca se ha tenido. Y hoy he descubierto que no me queda voz para gritar, que si grano a grano se hace una montaña, lágrima a lágrima yo podría renovar el agua del mar. Exagerar fue siempre mi don, y quererte fue solo otra del montón. Pero tú cuéntale a tus hijos que pude ser su madre, que pudieron aprender lo que no sé. Pero no lo esperaré. Estaré tan lejos de aquí, en algún lugar en el que las nubes choquen con la tierra, donde el cielo se confunda con el mar, donde la gente no sepa mi nombre. Un lugar donde poder respirar sin que me duelan los recuerdos. Un lugar para crear, donde las colinas susurren el silencio y la música la pongan los pájaros al cantar.

Permíteme que me acojone cuando pienso que podría ser normal.

¿Lo ves? No soy normal. Diría que estoy fuera de lugar, pero sé que has podido imaginar ese lugar con el que sueño, un lugar en el que no estás. Donde no estoy yo, que soy lo que más me preocupa. Que dicen que el amor es una mierda, pero yo prefiero tener el corazón roto, que con cada trozo puedo amar a otro. Pero no creas que ellos serán como tú. Los prefiero más felinos y con nombres gatunos. ¿Que estoy loca? No lo dudes, pero, cielo, nadie nace cuerdo. Eso lo empeora el tiempo, y yo al tiempo le puse tu nombre.

domingo, 19 de agosto de 2012

Lo típico.

La típica chica americana, de la típica ciudad americana, del típico instituto americano. La típica chica del club de lectura y el taller de teatro. La típica chica de la cual nadie conoce su nombre, la que empujan por los pasillos y tira los libros al suelo. Lo extraño de esta historia es que él no era el típico chico americano, de la típica ciudad americana. del típico instituto americano. Al menos no el típico que se acercaría a la chica típica. Ni jugaba al baloncesto ni al fútbol americano. Era el chico de los campeonatos de ciencias, de las calculadoras humanas. Pero ella, como típica americana, cae rendida ante los ocultos encantos del joven de ciencias, ante lo que esconden sus ojos y lo que, como típica americana, pretende descifrar.

Nos iremos a Boston.

¿Sabéis qué? Que ellos acaben teniendo la mayor de las historias de amor jamás contadas solo pasaría en la típica película americana, con los típicos jóvenes americanos. O quizás no. Quizás ellos tendrían la voluntad de conseguir lo que nadie hizo. Mas ya se sabe que aquí, perdidos de la mano de Dios, donde hace tanto calor en verano y tanto frío en invierno, no será igual de sencillo, que no dependerá de las casualidades causadas por un director de cine mundialmente reconocido. Se supone que solo dependerá de ellos. Se supone.

viernes, 20 de julio de 2012

Soft.

Tic-Tac. El reloj taladra mi cabeza. No para ni un momento y me pone de los nervios. Pero es más difícil mantener el tiempo quieto de lo que pueda parecer. Mírame a mi, yo, que solo quiero verlo pasar, corretear liviano a mi alrededor para verte una vez más. Hoy me he puesto mis mejores galas, mi colonia más cara, esperando en la sala. Nunca esperé a nadie. De hecho soy de los que me hago de rogar, de los que nunca se paran a mirar la hora, de los que se sienten libres de espíritu, de los que nadie los puede obligar. Me duele la boca, las llagas me matan y haber estado corriendo esta mañana no ayuda a que mis piernas se mantengan por si solas. 

Me estoy volviendo un blando.

Que poco romántico, que poco poético, que poco yo. Aquí hablando de cosas que le pasa a todo el mundo. ¿Qué me ha pasado? Supongo que no son los mejores momentos para ponerse melancólico, porque uno no se pone melancólico cuando está feliz. Me sudan las manos; que poco profesional. Escribiré un libro, tendré hijos, iré de viaje. Tiempo al tiempo, y tú a mi. Porque no necesito otro papel que no sea tú piel, otro destino que no sea tu mente, ni otra madre que no seas tú. Y perdona mis impertinencias; perdona que no sea de los que tallan nuestros nombres en los árboles, de los que descubren estrellas para ponerles tu nombre, de los que alquilan una limusina para llevarte al baile. Que persona tan mediocre. Podría decir que mereces algo mejor que yo, pero al verte entrar por esa puerta, me hace recordar las noches sin dormir pensando en ti, las miradas que matan, las canciones que recuerdan y los tic-tac que taladran mi cabeza solo para verte una vez más.

viernes, 29 de junio de 2012

Todo esto.

Todo esto. Toda esta mierda era la que no buscabas y encontraste; ya me entiendes. Es de esas cosas que evitabas, que te echan hacia atrás cuando vas a saborearlas porque recuerdas la manzana envenenada que acabó con Blancanieves. Todo esto es como aquella vez que jugaste al escondite con los colegas y tú eras el que más tiempo aguantaba; el miedo, la adrenalina, las ganas de salir vencedor. Toda aquella mezcla de sentidos, que no sentimientos. Todo esto se escapa de las manos a los que amamos tenerlo todo controlado más que nada. Y ese amor se deteriora cuando ves que todo corre a sus anchas por los enormes campos de tu mente. Cómo mandarlos a callar. Cómo mandarlos a su sitio. Cómo decirles que tranquilos. Todo esto es demasiado asqueroso como para seguir utilizando eso de "todo saldrá bien" y más cuando todos lo utilizamos cuando las cosas no van como deberían. Todo esto es un gran comienzo complicado, de esos que siempre he buscado para probar mi propia voluntad. Pero no, esto no es como prometer que te llevarás un par de meses sin comer chocolate. Eso es voluntad. Decir que esto lo sacaré por esos cojones que no tengo es hablar demasiado, es animar lo que está desfalleciendo. Pero lo digo. Y lo que digo, lo hago; todo esto no se queda solo en palabras mal pensadas. Todo esto es solo cuestión de moi.

Olvídate de la princesa; habrá que ser el lobo.

sábado, 12 de mayo de 2012

Benditos sean los olvidadizos, pues superan incluso sus propios errores.

Pongo los pies sobre la tierra. El despertador aún no ha sonado. Me giro y miró el lado derecho de la cama; nada. Casi lo olvidaba. Ya no hay más que un revoltijo de sábanas frías, la alcoba vacía. A duras penas consigo vencer la gravedad, y lo primero que encuentro es mi reflejo en un espejo. Vaya. Cenicienta, has dormido muchos años. Mi pelo, de ese color indefinido, ahora adquiere un tono blanco que me recuerda a las damas de noche y las pecas que se abrían paso en mi juventud habían quedado transformadas en intensas arrugas que surcaban mi cara. Mis manos pellejosas y mis uñas desgastadas recorren los labios que ya no se pueden pintar. Cuantos años he dejado pasar desde que ya no está. La persiana no está echada, y la luz del sol  aún es demasiado débil. Camino arrastrando los pies hasta la salida del cuarto, no sin antes dejar una mirada panorámica a todo lo que ahora habita esa habitación. Ese libro sobre la mesilla de noche, acumulando polvo día tras día, siempre marcada la misma página. Como cada mañana, me obligo a llegar hasta la cocina y pongo la cafetera sobre el viejo hornillo. Y de nuevo pongo dos tazas cagadas de café. Las miro seriamente; la ira me corroe. Estampo una contra el suelo, dejando la taza hecha añicos por todo el enlosado, imitando a una de esas obras modernas que nadie puede entender. Me siento como si nada hubiera pasado, dejando que el ardor de mi café calienten las frías manos y el frescor de la mañana enfríe la cabeza. El sitio vacío ante mi me lo vuelve a recordar todo, una y otra vez. Casi soy capaz de verlo entrar por la puerta con esas sonrisa y la incertidumbre mal enmascarada en sus ojos verdes, recogiendo la taza de café del suelo sin preguntar nada más. Porque él era así. 

Me conoces, soy una chica impulsiva.

Y a mucha gente podría haberle molestado que no le preguntaran que le había pasado, que no la achucharan a preguntas sin respuesta, agobiando con miradas inquisidoras. Él era diferente. Un mechón de pelo blanco me devuelve a la realidad. Los verbos en pasado, su mirada verde. Como me engaña el subconsciente. Mi cerebro ha decidido recordarlo así, como a mi me gustaba, con esa sonrisa, la piel morena, el pelo azabache y los ojos verdes. Dejo la taza vacía sobre el fregadero y miro los restos de café en el suelo una vez más antes de salir. Los ruidos comienzan a rellenar la casa, ruidos que vienen de fuera. Cuando llego a mi cuarto, la cama está hecha y un traje negro descansa sobre ella. Me lo pongo sin rechistar. Mientras lo hago puedo ver mi figura ya deformada por el tiempo, arrugada como si llevara años metida en agua. Pero cuando saco la cabeza por el traje casi soy capaz de verme con mi pelo de color indefinido y mis ojos negros, luciendo el traje rojo que él me compró, mientras me abraza por la espalda, recordándome la misma anécdota una y otra vez.
Dios buscó a Adán y le entregó a Eva. Este, sorprendido le preguntó: "Dios, ¿por qué la has hecho tan hermosa?" A lo que Dios le contesta: "Para que puedas amarla." La observó Adán durante un rato y volvió a preguntar: "¿Y por qué la has hecho tan tonta?" Y Dios respondió: "Para que ella pueda amarte a ti."
Y yo sonreía como la Eva del cuento. De nuevo, el mechón blanco. Me tumbo de nuevo en la cama y se apaga la luz.

Eterno resplandor de una mente sin recuerdos.

Recuerdo una voz a lo lejos que me resulta familiar. Abro los ojos y veo el reluciente rostro de mi hija, no podía ser otra. Miro a mi lado, pero la cama está vacía. O llena de ausencias. Un hola mamá y una sonrisa de su parte y una pregunta inquisidora de mis labios: ¿Dónde está tú padre? seguido de un bostezo despreocupado. Pero ese mamá, papá hace años que murió me desconcierta. Extrañada tengo que luchar contra la gravedad y encontrarme con mi reflejo: el pelo blanco, las arrugas de mi piel, mis ojos pardos. Cenicienta, has dormido muchos años.

domingo, 15 de abril de 2012

La chica de la habitación de algún lado.

Allí está ella, con su pelo artificialmente alisado, los labios con carmín y un traje rojo. Un cigarrillo permanentemente apagado y un vaso manchado con un beso. Estoy sentado en la misma barra del mismo bar que encontramos abierto. No me atrevo a mirarla, por si el abismo de sus ojos negros me llegase a engullir. Por si acaso, me mantengo al margen de su historia, por si me embelesa su forma de contar mentiras. Ni siquiera he hablado con ella y ya estoy enamorado. Soy un desquiciado. Camarero, un vaso más. Y ella me mira. No he dicho nada importante. Un empalagoso aroma a coco rellena el vacío. La señorita invita. Esa mujer está maldita. No sé que me ha hecho, pero no estaría mal que me dejara en paz. Un tacón en el suelo. Un paso más. Que no se acerque, su movimiento me irrita. Pasa por detrás y sé que me mira, porque solo ella y su mirada podría conseguir que la piel del cuello se me erizara. Se acerca a un viejo tocadiscos en un rincón oscuro de la sala. Con todos ustedes, Sabina. Tanto la quería, que tarde en aprender a olvidarla 19 y 500 noches. Juega conmigo, lo sé y ya no sé si me importa o dejó de importarme cuando la vi a ella. No sé su nombre, pero eso no me ha impedido pensar en ella. Como la odio. El rubor de sus mejillas sin maquillar no me deja dormir en paz. No me extrañaría que llevara un arma guardada entre tanta sensualidad. Se acerca de nuevo y rezo porque no sea a mi. Se acerca a la barra, deja un billete y se marcha de nuevo. Otra vez de a su vida, a su historia repleta de mentiras, de miradas furtivas a otros, y eso me mata. Maldita bruja barata. Que me ha hecho. La hubieran condenado a la hoguera si no fuera tan bella. Debería estar penado hacerle eso a los hombres que están desquiciados. Ella sabe que la amo. Y yo sé que ella lo sabe por  una lista de razones que dejo escritas en una servilleta sobre el mostrador donde se lee:

A quién pueda interesar:
Ella me ama, varias cosas la delatan;
-El pelo liso.
-Los labios con carmín.
-Los ojos oscuros.
-No lleva maquillaje.
-No fuma.
-La colonia de coco.
-La canción de Sabina.
-Siempre vuelve. Siempre mira. Siempre será mía.

miércoles, 11 de abril de 2012

Me emborracho de mañanas sin problemas.

Abro los ojos. De nuevo esa sensación pastosa en la boca, esa de tantas horas sin beber. Aún no soy consciente ni siquiera de donde estoy. Distingo el color del techo y eso ya me parece demasiado esfuerzo. Media vuelta. No quiero salir de aquí. Hoy no. ¿Quedaría demasiado mal decir que me la pela lo que pase allí fuera? De todas formas no tengo porqué decirlo, con pensarlo me doy por satisfecha. Aquí dentro yo soy dueña de todo lo que tengo, de todo lo que soy. Nadie viene a recordarme que mi vida es más que finita. Es ínfima, es un suspiro. Aquí me siento reina de un reino sin fronteras, reina de mis pensamientos, mis ideales, mis sentimientos. La sensación desagradable que me oprime el pecho a menudo desaparece cuando apago la luz y el mundo desaparece. Cuando estoy mal, triste, desahuciada por todo lo que me pudo pasar, simplemente duermo. Parece increíble. Tengo sueños y pesadillas, excepto cuando realmente me encuentro mal. Mi cerebro desconecta, deja literalmente de trabajar. Debo suponer que me da un tregua. Pero, como puedo notar, esa tregua ha terminado, porque no llevo ni dos minutos consciente de donde me encuentro y ni uno que adiviné el color de las paredes y ya he pensado toda esa sarta de sandeces. No quiero ver a nadie que no se encuentre en este momento aquí conmigo. Porque si no está significa que no lo necesito. O me obligo a creérmelo. 

I think it's time to get drunk.

Miento. Saldría de aquí para beberme media botella de whisky con unos cubitos de hielo.  Como los de aquel bar de mala muerte al que siempre voy. Allí donde, como aquí, no me piden que sea más alta, más delgada, más guapa, más simpática para cumplir mis deseos. Y sí, soy así de simple. Creo que el tipo de detrás de la barra ya sabe quién soy y que voy allí cada fin de semana. Normalmente siempre pido lo mismo, a no ser que sea un día especial. Esos días no pido whisky, pido algo peor. Algo fuerte y que sepa bien. Que ayude a mi cerebro a desconectar antes de que caiga la noche y sea la luna la única que me haga compañía. No como ahora, que el sol me está llamando a gritos desde el otro lado de la ventana mal cerrada. Me duele la cabeza, o eso creo a primera vista. "Ayer bebí hasta jurar, pero hoy no me levanta ni Dios." Que mierda importa lo demás. Como si a lo demás lo importara yo algo. Ahora mismo no recuerdo ni mi nombre. Aquí, con mi boca pastosa, mi cerebro aletargado, mis extremidades entumecidas y ese penetrante olor a alcohol 95º soy la persona más feliz sobre la faz de la tierra. Lo soy hasta que recuerdo quién soy.

sábado, 31 de marzo de 2012

Lo improbable debe ser cierto.

Sí, pero no. No, pero quiero. Quiero, y no puedo. Puedo no intentarlo. Pero me entran celos del viento que crea las ondulaciones en tu pelo, y del color azul del mar que entra por tus ojos. Intentarlos sería un fracaso asegurado, como diría la canción, "nos cansaríamos al ratito de empezar." Y yo no quiero empezar una batalla que ya está perdida, ilusionarme con un sueño que tuve al despertar. Las ganas de matarme con el roce de tus manos aumentan cada día. La desesperación por un poco de esa mirada me devora como si llevara años sin comer. No lo voy a negar cuando es verdad; aunque es sí pero no. Momentos inexplicables de sentidos innecesarios. No quiero que me busques, quiero que me hagas encontrar. Porque yo sé que tú puedes hacerlo. No defraudarás. Mientras yo dejo tu mirada llena de miradas mías.


martes, 28 de febrero de 2012

Que los besos son muy traicioneros.

Después de tanto tiempo. Tantísimo tiempo. Tanto que las flores han cambiado de color y al hielo le ha dado tiempo de volver a congelarse; tanto, que los libros han cogido ese tono envejecido y huelen a humedad. Esa es precisamente la cantidad de tiempo que ha pasado desde mi último beso. Y ahí sigue, guardado en la caja de cartón, en lo más alto de la más alta torre, a la que yo humildemente llamo estantería, recogiendo el polvo que cada mañana se posa sobre ella. Después de tanto tiempo sigue ahí, esperando ese "noséqué". Te prometo que no sé a que espera, porque ya aprendió que no ibas a volver. Quizás fue cuando el hielo comenzó a descongelarse, o cuando la humedad comenzó a hacer mella en las esquinas del salón. Así que ya no sé que espera, ahí, entre tantos recuerdos tan viejos como el tiempo, como mis miedos, y mis sueños. Puede que espere una nueva filosofía, una nueva situación de la vida, porque más tiempo, oh, más tiempo si que no necesita. Tantísimo tiempo que he olvidado como era, que color, que sabor, que sustancia lo compone. Cual es la cantidad exacta de nervios, de deseos, de miradas cómplices y suspiros necesarios para fabricar uno como ese. Porque ya no los hacen, me han dicho. Es el único en su especie. Y puede que no haya nada más triste que eso. Pues está solo, después de tanto, tantísimo tiempo.

Pretende jugar al ajedrez con los sentidos.

Una partida larga e intensa. Ahí arriba, en la caja de cartón que recoge el polvo cada mañana esperando a que necesite de mis recuerdos algún día, aprovechándose de mi debilidad querrá recordarme de después de tanto tiempo, tantísimo tiempo, tanto que las flores han cambiado de color y al hielo le ha dado tiempo de volver a congelarse, tanto que los libros han cogido ese tono envejecido y huelen a humedad, exactamente ese es el tiempo que hace que mis besos andan perdidos en algún lugar del espacio tiempo y solo me queda uno que poder recordar, ese que sabía a despedida. Ese con sabor a "nunca más."

domingo, 12 de febrero de 2012

Demencia juvenil.

Ciento dos razones pa' querer matarme; ciento una pa' adorarme. Yo elegiría la segunda, que tiene una menos de la que preocuparme. Que quieres que te diga, si yo te prefiero en mi vida y soy yo la que se va. Me giro, media vuelta, finjo estar triste. Cierto, no es verdad. Tantas ganas de contar lo que me pasa y no me salen las palabras adecuadas que miden, como si de versos se trataran, la realidad de mis palabras. No, nada de esto tiene sentido, ni lo que digo, ni lo que pienso, ni lo que escribo, ni lo que vivo. Nada. Pero sigo aquí, aclarando ideas que aún no existen, que están por nacer. Si al final va a ser verdad que no está hecho el asno para la boca de miel. No te preocupes, es solo una historia absurda más de dos amores que se encuentran, vivien un idílio y despiertan veinte años más tarde dándose cuenta de que sus vidas han sido tiradas por el desagüe del inodoro. Cómo iban a saber que perderían el tiempo de esa manera, que cometerían errores tan atroces como el no decirse cada mañana que la lista que adoraban aumentaba cada día con una niñería más. Que dejaban muy atrás las razones por las que se matarían el uno al otro sin ser a besos. Eso lo han perdido, porque decidieron enamorarse un día y no volver a hacerlo nunca más. Que coraje, pues deberían haberse enamorado de nuevo cada día, el uno del otro. ¡Que no muriera el idílio! Ellos, ellos lo mataron y ahora es solo culpa suya. 

Loca, loca, locamente loca.

Que esto no tiene sentido, ya lo sé. Pero que importa, "piensa en verde". ¿Acaso algo de lo que hacemos acaba teniendo algún sentido? Yo tampoco quiero tener sentido, por qué debería tenerlo lo que escribo. Y mi falta de concordancia es la razón número cien de una de las dos listas. Tú decides cual.

martes, 24 de enero de 2012

Déjame.

No te vayas. No te alejes de mi sin enseñarme lo que es el fuego de la vida, lo que es arder por la pasión. Muéstrame los enrevesados caminos hasta la locura, esa sensación de tocar el cielo con los dedos, de sentir la muerte y acabar desfallecido por el éxtasis. Ábrete a mis ojos y a mi mente, permíteme que indague entre los sentimientos más mundanos, más...más. Dame más antes de irte. Enséñame lo prohibido, lo que todos callan, que mantiene escondido. Tú muéstramelo sin tapujos, muéstrame esa desaparición tan delincuente, tan llamativa; que no lo es porque llame la atención, sino porque se mantiene viva con el paso de los años. Que yo no quiero mi existencia vacía sin sentir lo que todos buscan. Quiero una respiración que no lleve el ritmo de la música de Mozart, que cree una nueva melodía, que se vuelva adicta al desenfreno.

Muéstrame, enseñame. Se diferente.
Enséñame como mi cabeza puede perder el norte sin pisar el sur y como el resto de mundo puede desaparecer sin destruirse. Permíteles a mis sentidos unas vacaciones, y a mi cerebro que deje de pensar y no saber si volverá. Y a mis manos que sientan el fluir de los latidos, que se les escapen las palabras, que no las puedan atrapar. Ábreme las puertas del infierno, no me dejes escapar, que me conozco. Ve llamando al médico, que se me para el corazón, que mi paladar ya no quiere otra cosa que no sea tu nombre al saberlo pronunciar. Mis dedos ya buscan a tientas a lo que se han vuelto drogadictos. Enséñame que es lo que les das, susúrramelo al oído, que no se entere nadie más. Acércate, el entusiasmo me corroe. Acerquémonos, ya no queda nadie más. Solo el éxtasis colgando de las terminaciones de tu cuerpo.

viernes, 20 de enero de 2012

Que poco dura la vida eterna.

Y todo saldrá bien
Me gustas. Me gusta como hablas, como piensas, como recitas versos de Neruda, como te enfadas sin razón, como te late el corazón, como estornudas. Me gusta tu esencia, tus movimientos, tus rasgos europeos, tus dientes blancos. Me gusta el amor que no procesas, las palabras que se lleva el viento, la fuerza que me empuja a ti. Y es gustar, que no amar. Es utilizar el verbo tal y como se contempla en el diccionario que todos tenemos en nuestras casas, ese en el que se lee "gustar: agradar, parecer bien algo a alguien." Así me gustas. Me pareces bien. Me gusta cuando miras embobado, cuando te das aires altivos, cuando me cuentas que has amado. Me gustan tus escritos, tus palabras, tus sutilezas, tus razones sin sentido. De todas formas es un verbo y nada más. No significa mucho ahora que lo pienso, que lo escribo y lo analizo. Pero adivina qué: me gustas.


sábado, 14 de enero de 2012

Tropezando.

Solo el sonido del reloj haciendo daño en mis oídos. La calle solitaria, y la noche fría adueñándose del resto del espacio. Apenas se escuchan mis pisadas o las voces apagadas de la pareja que camina no muy lejos. Desaparecen. Han cambiado de dirección. Continúo caminando. Un pie tras otro, tropezando a menudo. Estos, inconscientemente, me llevan hasta casa. Entro y cierro. Nada dejo fuera.

¿Qué? ¿Crees que no hay amor, odio acumulado, traumas infantiles, desengaño de la vida?
Entonces es que no has aprendido nada de mi.

viernes, 6 de enero de 2012

Pajaritos.

Tirado en una cama que no es mía, pienso en sensaciones que no viví, o cuanto aceleré mi vida. Mirando al techo de una casa desconocida, te da por pensar en qué serie de cuestiones, de aciertos o fracasos, te hacen llegar hasta esta situación. Y pienso, solo pienso, en cosas del ayer que ya no tienen importancia, pero siguen, no se borran, solo están. Que dicen que solo se perdona cuando ya no duele. Eso será, porque yo ya no siento, ni entre sábanas que huelen a canela cuando mi perfume tiene toques de azahar. Me dijo un pajarito que el destino te ha dado por detrás una vez más. Permíteme que lo llame "karma" por todo lo que me hiciste pasar. El techo esta noche está estrellado y eso me hace pensar, pues pocos en su sano juicio pegarían estrellitas en lo alto, cuando lo que quieren todos es hacerlas bajar. ¿Eso te pasó? ¿Se te escaparon de las manos, te quemaste, te cortaste o se te hicieron de rogar? Perdona, me regocijo en tu dolor ya por costumbre de la maldad de la que me hicieron responsable; indomable me llamaron ese entonces, cuando no sabían que tú podías hacerme callar. Y ahora nada. Ahora te silencian a ti tu malos actos. ¿El dolor se hace insoportable? Aguanta, aprenderás. No te lo digo con maldad, solo con sarcasmo. 

En realidad, no sé porqué me dio por confiar.

Me dijo un pajarito que te joden mis sonrisas, y mis ganas de bailar sin compás. Que hable con otras personas, que sea más que feliz que cuando era un indomable que se dejaba gobernar. Mas una cosa debo decir, los pájaros a veces no dicen la verdad; a veces son ellos los que te dan por detrás a conciencia, los que devuelven las estrellas al espacio sideral, o los que sustituyen las ramitas de canela por flores de azahar.


Espina.

Parece, aunque a veces sólo lo parece, que por cada cosa mala que a uno le dicen, diez de las buenas se olvidan, se escapan. Como si nunca ...