viernes, 31 de enero de 2020

Espina.

Parece, aunque a veces sólo lo parece, que por cada cosa mala que a uno le dicen, diez de las buenas se olvidan, se escapan. Como si nunca se hubieran dicho, como si en realidad esas no importaran. Porque las malas, las que duelen, se clavan como una espina, hundida en la carne, tan difícil de sacar, que el cuerpo la acaba aceptando, con dolor. La acaba aceptando, pero sin dejarte olvidar que sigue ahí, haciendo daño. Entonces, igual que tu cuerpo, tu cerebro decide recordarte que todo lo malo que te han dicho sigue ahí, sin curar, supurando, doliendo. Te lo trae de nuevo, fresco, como si acabaras de escucharlo, con la puñalada en el corazón. Y vuelves a pensar si de verdad mereció la pena. Si mereció la pena escucharlo, vivirlo. Mientras vas buscando la manera de escapar de un pensamiento recurrente que solo pretende destrozar tu integridad. Pero a saber cuando lo vas a encontrar. 

Mientras, el cuerpo va aceptando la espina. Hasta que ya no pueda más.

jueves, 23 de enero de 2020

Ardiendo.

Quién lo iba a decir, que después de tanto tiempo, me volvería a encontrar. No era el sitio en el que quería verme, no tras este periodo de espacio que parece haber pesado como piedras. Pero no sé de qué me puedo sorprender, si al final, cuando tiras una piedra al agua, las ondas llegan hasta lejos. Tan lejos que llegan a perderse, tan lejos que ya no se ven.

Siempre, con la estupidez entre las manos, con el nudo en la cabeza, siempre. Quizás debería volver a la prosa cantada, esa que adoraba, y que ya no suena nunca. Quizás me he hecho mayor incluso para eso y ahora sólo sirvo para tener ciertas quejas dentro que no saben salir. 

Quién lo iba a decir, que después de tanto tiempo, me volvería a perder. Con sus más y sus menos. Con sus menos que más, aguantando, como el cartel de un viejo anuncio, anunciando algo que ya ni se vende. Pero aguantando. ¿No es eso lo importante de todo este asunto?

arde.

domingo, 29 de noviembre de 2015

domingo, 19 de julio de 2015

Lo dejas todo perdido.

Perdido, como el que deja un grifo abierto y el agua escapando de una humilde prisión. Perdido como se pierden las cosas, el tiempo, la vida. Como el que pierde las ganas de ser, de estar. Lo estás dejando todo perdido, y yo me estoy dejando perder. De todas formas, ya qué más da. Hay cosas que se pierden y ya no se vuelven a recuperar, como esos calcetines que entran en un mundo paralelo al que los mortales no sabemos llegar. Me estoy dejando llevar a ese lugar, al de los niños perdidos, al de Nunca Jamás. Hacemos cosas por encima de nuestras posibilidades. No las hacemos, lo intentamos; y yo estoy intentando convertirme en una experta en arreglar casualidades y se me da fatal. Nunca -he sido nada de eso, no lo seré- jamás. Pero reconozco que es difícil de aceptar; tan difícil como dejar que los fantasmas te persigan de nuevo, que vuelvan a estar, a hablar, a dañar. Tan difícil como callar las ganas de gritar. Que no habrán visto mis fantasmas. No recuerdo cuando llegaron. No sé cuando se irán. Ahora sólo sé cuando me fui, cuando lo dejé todo perdido, con las ganas de arreglar casualidades antes de olvidar.

Pero ahora lo dejas todo perdido, me estás dejando perder, me tienes perdida.

Lo estoy haciendo mal muy bien.

domingo, 30 de noviembre de 2014

Como el cerezo cuando pasa la estación.

Es curioso todo aquello a lo que llamamos "cambio". Todo aquello que he perdido, todo aquello que he ganado, todo aquello que jamás tendré y siempre quise; eso es el cambio. Cambio de forma, de estado, de necesidad latente en el pecho, que antes me hacía buscarte y ya no. Porque he cambiado. He buscado otros colores, otros olores, otros abrazos. Y entre unos brazos he encontrado el calor para el hielo, la fuerza para unir los pedazos. Y todo se lo debo al cambio. Al día que decidí que no estabas, que nunca estabas. Que no ibas a estar. Ahora agradezco las cosas que no dabas, las que me hicieron cambiar; sonrío a otras cosas, a otras miradas. Yo sí creo que las personas cambian, no creo en el universo estático. No creo que me quisieras toda la vida esperándote. Aunque podría haberlo hecho.


Por eso cambié.

Jamás duró una flor dos primaveras.

sábado, 13 de septiembre de 2014

She. I. We.

Me gusta. Me gusta verla llegar hasta mi lado con un tazón de fideos chinos de nombre impronunciable que ella dice que le encantan. Me gusta su moño mal recogido que ella dice que no aguanta. Me gusta como cruza las piernas en el sofá sin dejar caer la espalda. Me gusta la manera que tiene de acariciar al gato que ella dice que es para que lo sienta. Me gusta la manera en la que me mira con sus ojos negros que ella dice que no son bonitos. Me gusta la manera que tiene de preguntarme qué miro aunque aún tenga la boca llena. Me gusta la manera en la que el carmín no termina de desaparecer de sus labios. Me gusta que odie el café por las mañanas. Me gusta que odie la cerveza mientras come. Me gusta que haya cosas que no me gusten de ella porque la hacen real, auténtica y libre. Me gusta ella y me gusto yo siendo con ella.  

Me gusta su manera de mandarme lejos para luego venir a buscarme.

lunes, 25 de agosto de 2014

Vuela.

Odio el viento. Odio la manera que tiene de mover las hojas de los árboles, de hacer ruido contra mi ventana, de levantar la ropa. Odio la manera en la que me enreda el pelo y en la que levanta el polvo del suelo. Odio su capacidad para llevarse los recuerdos que siempre he querido conservar y de la forma tan espectacular de dejarme las pesadillas que más me aterran. Odio el viento, que se cree dueño y señor de toda rendija abierta y de todo hueco por el que pueda entrar. A mi me retumba en el cerebro, haciéndome daño, obligándome a pensar. Recordándome que no se llevará mis miedos. Esa capacidad que tiene el viento de dejar lo que nadie quiere encontrar. Odio el viento y te odio a ti, con esa capacidad que tuviste para dejarme con todo con lo que no quería cargar.

El viento no es tan malo después de todo.

Espina.

Parece, aunque a veces sólo lo parece, que por cada cosa mala que a uno le dicen, diez de las buenas se olvidan, se escapan. Como si nunca ...