martes, 20 de septiembre de 2011

Si tu, yo.

Ellos hablan y yo callo. El que calla otorga. A mentira ha sonado.

Siempre llega el mísero instante de la vida en la que las palabras se te atragantan y ya no sabes que decir. Tienes mucho que contar, y no sabes por donde empezar. La mejor opción que encuentras es no empezar y problema resuelto. Y ellos siguen hablando, tan felices. Tú, callas. Lo seguirás haciendo porque, a pesar de que en ciertas ocasiones te digas que las cosas puedan dar un tremendo giro, todo puede volver a cambiar, no lo harán. Porque están bien como están ahora. Todos son felices ahora, así, tal cual. Tú, bueno, tú aprenderás a ser feliz si no lo eres. De tanto comportarte como una persona feliz, sin problemas, que habla mucho, acabarás siéndolo. ¿No? Da igual, no quiero saber la verdad, quiero seguir viviendo en la ignorancia, queda más que demostrado que se vive allí mucho mejor, en esos momentos en los que no sabes nada. Luego lo pienso. Si, pienso bastante, quizás demasiado. Suelo decirme que solo es cosa de la edad, que pasa, como todo lo que nos hace daño, o nos da felicidad. Después vuelvo a pensar que eso es una forma estúpida de hacerme la madura, de creerme con experiencia, de saber lo que vendrá. Vaya mierda engañarte a ti mismo. Supongo que será que tampoco tengo a nadie a quién engañar. Demasiada gente, muy pocas personas. Solo para verte y que sonrías una vez. Solo porque te rías de una de mis tonterías, solo por no verte triste nunca más. Solo por sentirme afortunada cuando me miras, solo porque me quieras algo más. 
Ellos hablan y yo callo. El que calla otorga. A verdad ha sonado.
Había olvidado lo que eran los domingos sin nadie, que la soledad te abandonara cada noche.

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