lunes, 15 de agosto de 2011

Fue mi última respuesta.

-Bien. Vamos a empezar. Tranquilizate, no será complicado y todo esto quedará entre nosotros, ¿de acuerdo? Nada más que nosotros. Comenzamos pues.- Él lo estaba preparando todo. Y yo allí tumbada, nada relajada para ser realistas, pero ya estaba aquí y no iba a dejarlo atrás. Seguir hacia delante era la mejor opción y no iba a arruinarla una vez más, como todas aquellas veces que me dije que saldría bien. Mentiras que yo misma cree, y yo misma creí. Así comenzó todo.
-¿Te encuentras mal?
-No.
-¿Te duele algo?
-No.
-¿Duele que se olviden de ti con esa facilidad?
-No.
-¿Te gustaría saber que pasó?
-No.
-¿Quieres a alguien?
-No.
-¿Tienes miedo?
-No.
-¿Te enfrentas a algún tipo de problema?
-No.
-¿Duermes mal?
-No.
-¿Te comunicas escasas veces?
-No.
-¿Te guardas las cosas que quisieras decir?
-No.
-¿Tienes dificultades para reir?
-No.
-¿Lloras muy seguido?
-No.
-¿Sientes la necesidad de dañarte?
-No.
-¿Tienes problemas para aclarar tus ideas?
-No.
-¿Se te encoge el corazón por acciones ajenas?
-No.
-¿Sientes animadversión por algunas personas?
-No.- Él lo había estado apuntando todo en una pequeña libreta cubierta de cuero marrón claro y una sofisticada pluma dorada. Yo no había apartado ojo de como se movía aquel aparejo al escuchar mis escuetas respuestas y él no había dejado de mirar su libreta. Parecía bastante animado al poder escribir aquellas cosas, fueran las que fueran, en su diminuto cuaderno.
-Pues parece que está todo en orden. Solo un pregunta más.- Por primera vez en toda aquella entrevista, se quitó las gafas y dirigió su mirada a mi cara hasta que nuestros ojos se encontraron momentáneamente.
-¿Has dicho la verdad?- Era su última pregunta.
-...No.-Fue también mi última respuesta.


No hay comentarios:

Espina.

Parece, aunque a veces sólo lo parece, que por cada cosa mala que a uno le dicen, diez de las buenas se olvidan, se escapan. Como si nunca ...