domingo, 22 de mayo de 2011

Jamás duró una flor dos primaveras.

La sala estaba fría. Ya no estaba ese característico calor que la hacía irresistible para pasar allí las horas, y se les escaparan de las manos. Se estaba muriendo. Y no había nada más que hacer.
-¡Pero algo podremos hacer! Esto no puede acabar así, con su muerte.- La mujer estaba nerviosa, pero aún sus mejillas se mantenían secas.
-No hay nada que hacer. Como usted misma ha dicho todo acaba aquí, con su muerte. Solo queda decir adiós.- El hombre agachó la cabeza, mirando a la camilla.
-Pero...lleva aquí muy poco. No es justo que se muera tan pronto. ¿Y por qué no me lleva a mí? No es justo. Porque yo me quedaré aquí, muriendo poco a poco, mientras que él apenas sufrió la muerte. Yo la viviré segundo a segundo, minuto a minuto, hora a hora, día a día.- Se estaba desesperando, se le veía en la mirada triste.
-Pero no llegarán a los semanas y meses. Nadie aguanta tanto. Al igual que él murió, usted también. Jamás duró una flor dos primaveras.- A ella eso solo le sonó a una tonta compensación, llena de inseguridades en sus palabras.

El invierno había llegado a esa sala cálida, sin apenas haberse dado cuenta de lo que sucedía a su al rededor. Y es que, quizás, ella también se estaba muriendo. Pero seguía sin ver justo que siguiera allí, viendo como él había muerto, escapándose de las manos como una brisa de aire fresco en la mañana temprana. El hombre que la acompañaba hacía un rato que había salido por la puerta.

-Hubiera sido más fácil matarme de una sola, y no poco a poco. ¿Por qué tú y no yo? Las cosas es cierto que no las elegimos, pero yo quería elegir. Y esto no es justo. Yo lo he dado todo, absolutamente todo. No puedes devolvérmelo ahora así. Lo quiero tal y como te lo entregué: nuevo y limpio. ¿Por qué no me matas ya y acabas con mi sufrimiento? Ni si quiera estás escuchando mis gritos de dolor. ¿Estás bien así? Eso espero. Porque de buena, soy tonta. No creas que no he intentando matarme, no lo creas. Porque lo he hecho, muchas veces, de muchas formas. Y, cuando despierto, lo primero que apareces eres tú, atormentándome con esa mirada que me atraviesa el alma. Pero lo conseguiré, yo me moriré igual que tú. Porque eres mejor que yo, pero no el mejor.-
Recogió su 'herencia'. Estaba metido en un frasco. Era un corazón, parecido al que pintan los niños pequeños, pero bastante estropeado. Apenas tenía brillo, y el poco que tenía alumbraba hacia la camilla, hacia otro frasco, en el que había un corazón, parecido al que pintaba los niños pequeños, pero bastante mejorado. Este brillaba, pero alumbraba hacia otro sitio con un bonito esplendor. En cambio, el de la mujer, parecía una bombilla de neón que parpadeaba por la vejez.

-Jamás duró una flor dos primaveras.- Fueron sus últimas palabras, antes de llevarse su gastado corazón de la fría sala. Cerró la puerta, y su corazón se comenzó a regenerar.

Espina.

Parece, aunque a veces sólo lo parece, que por cada cosa mala que a uno le dicen, diez de las buenas se olvidan, se escapan. Como si nunca ...