Ves el suelo. Lo ves ahí, bajo tus pies. Lo ves. Y ves como te vas a caer y te vas a dar de bruces contra él, con todas las ganas que tienes de que te duela, aunque aún no lo sepas. Pero deberías saberlo, porque te vas a tirar. Y te va a doler, claro.
Lo piensas por un momento. Te vas a tirar. Pero, como ya dije alguna vez, alguien inesperado te agarra antes de caer. Manteniéndote a salvo, sin daño alguno. Y al principio te duele el tirón que te dan. Te duele mucho, porque ni siquiera te lo esperas. Pero, los miras a la cara, allí, sujetándote con una sonrisa, esperando a que continúes caminando junto a ellos.